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Dos muros para dos pueblos
Por Andy Faur

El 31 de enero de 2016 será recordado como un día histórico para Israel, gracias a la aprobación del gobierno de derecha y religioso, encabezado por Biniamin Netanyahu, de dar lugar a las corrientes liberales y pluralistas el acceso al Muro de los Lamentos. Compartimos algunas reflexiones del autor de esta columna sobre la "decisión histórica" del gobierno de Israel de abrir una nueva sección del Kotel -Muro Occidental o de los Lamentos- para el ritual de sectores no ortodoxos en el lugar sagrado e histórico para los judíos por muchas generaciones.

Por un lado, muestras de alegría y satisfacción por parte de los sectores liberales, que despues de muchos años de denodada lucha encabezada por las tenaces y combativas Mujeres del Kotel, lograron el tan ansiado reconocimiento. Satisfacción, a pesar de que su demanda básica era el acceso libre y el derecho de rezar y cumplir con sus ritos de acuerdo a sus convicciones en la sección destinada a las mujeres en el Kotel "tradicional".
Las Mujeres del Kotel, grupo feminista de mujeres y rabinas en su mayoría pertenecientes a los movimientos reformista y conservador, demandaron durante más de 25 años acceso igualitario para todas las corrientes religiosas del judaísmo.
Por el otro lado, para el sector ortodoxo en sus múltiples variantes, es un momento de luto y tristeza. Un duro golpe a su monolítica y no pluralista forma de practicar el judaísmo y un paso más en el camino a perder el monopolio y el reconocimiento exclusivo por parte del Estado, como la única corriente del judaismo legítima y reconocida. Me parece importante resaltar que desde su punto de vista, esta acción constituye plena y llanamente una herejía y una profanación a un lugar sagrado.
Se ha llegado a escuchar de uno de los portavoces de estos sectores lo siguiente: "(...) con esta decisión, el gobierno de Israel ha autorizado a sectas que distorsionan el judaismo a profanar un lugar sagrado". O al diputado Moshe Gafni, del partido ultraortodoxo Iahadut HaTorá, quien dijo: "Los reformistas son un grupo de payasos que clavan un cuchillo en la sagrada Torá". Así lo ven.

Un poco de historia 
Al Kotel, o Muro de los lamentos, se lo conoce como lugar de realización de oraciones desde la Edad Media -siglo XIV aproximadamente-, donde era el único lugar al que se le permitía a los judíos rezar, como sitio más cercano al destruido Templo de Jerusalén. Así, durante cientos de años bajo dominio otomano o Mandato británico, rezaron juntos y sin distinción en el mismo apretado predio, hombres y mujeres, niños y niñas, adultos y jóvenes, todos ellos religiosos y devotos.
Esta situación tuvo un receso, durante los años 1948 -1967, en los cuales la Ciudad Vieja de Jerusalén estuvo en manos del reino jordano, prohibiendo a los judíos acceder al Kotel.
A partir de junio de 1967, la situación cambia radicalmente. Israel conquista/recupera/libera, la parte oriental de Jerusalén y la Ciudad Vieja, incluyendo el añorado sitio. ¿Añorado? Es importante resaltar que hasta entonces, si bien el Kotel era un lugar importante y significativo, nunca trascendió en forma masiva en la conciencia judía como algo central y sólo a partir de la "recuperación" del mismo, comienza a tomar una significación y una "sacralización" inéditas hasta entonces. No olvidemos que estamos hablando sencillamente de uno de los muros de contención de la explanada que sostenía el predio del Monte del Templo de Jerusalén.
Unos días despues de recuperado el Kotel, en Shavuot de 1967, el lugar se abre al público en forma libre y masiva. La ferviente atracción por el lugar y la posibilidad de acceder al mismo despues de tantos años de prohibición, provocan el temor de que se produzca una "masiva profanación" del lugar "sagrado". Poco tiempo después, la Knesset promulga la Ley de cuidado de los lugares santos, entre ellos el Kotel, y los mismos fueron puestos bajo jurisdicción del Ministerio de Religiones y el Rabinato Central de Israel. El Kotel y su explanada pasaron a ser considerados como una sinagoga de orientación ortodoxa.
De esta manera, un sitio histórico, arqueológico, cultural, nacional y religioso del Pueblo judío y de la humanidad ya no será un lugar público, de acceso libre a judíos y no judíos, sino que se regirá bajo la normativa ateniente a los lugares de rito ortodoxo, es decir: con separación de hombres y mujeres. Las mujeres deben cuidar normas de modestia, la forma del rezo será exclusivamente ortodoxa (no se permiten las de otras vertientes) y las mujeres no pueden leer de la Torá ni utilizar Talit (Manto sagrado) o los Tefilin (filacterias), prohibidos para ellas según la concepción ortodoxa.
Un dato curioso, es que en los primeros meses de impuesta la norma, la Ezrat Gvarim (sección de hombres) estaba a la derecha en la parte sur y la Ezrat Nashim (sección de mujeres) estaba en la parte norte de la explanada, al revés de lo que es hoy.
Esta separación se hizo con el tiempo cada vez más estricta, e incluso en el año 2001, los partidos ultraortodoxos de la Knesset propusieron a través de una reforma de ley ampliar las normas vigentes en el Kotel también a la explanada de entrada al mismo y hacer desde allí la separación entre hombres y mujeres. La ley no prosperó.

¿Y los laicos donde estamos?
Es claro que para las distintas corrientes religiosas del judaísmo, el Kotel tiene una significación especial y una relevancia particular y cada una de ellas la quiere expresar a su manera, por lo que históricamente el debate se limitó a cuál es el rito que debe regir en el lugar.
Pero en todo este devenir de enfrentamientos y debates, nos falta acá una voz, una opinión más, la de la mayoría, o sea la de los laicos que componen más de la mitad del Pueblo Judío en Israel y en la Díaspora. ¿O no tienen nada que opinar sobre el tema?
Cito al juez de la Corte Suprema de Justicia de Israel Michel Jeshin: "El Kotel es del pueblo todo y no de una parte de él".
Siguiendo con la idea de lo antedicho, entiendo que desde nuestro punto de vista cultural/laico, la perspectiva debería ser distinta, más amplia y menos etnocéntrica: El Kotel también es "nuestro", parte de nuestra historia, nuestra tradición y nuestra herencia cultural y no una simple pared en donde los "religiosos" van a poner papelitos.
Desde el punto de vista estrictamente judaico, deberíamos festejar esta histórica decisión, ya que ahora nosotros tambíen podremos celebrar allí ceremonias de Bar o Bat Mitzva y otras festividades o eventos desde una perspectiva laica e igualitaria, no menos legítima que las de las corrientes religiosas, considerando al lugar como herencia histórica de la cultura judía, pero sin la presencia de ritos o costumbres que no coinciden con nuestras concepciones de mundo.
Por otro lado, desde un punto de vista público y estatal, deberíamos entender al Kotel "tradicional" como parte y patrimonio de la cultura judía y universal, de y para todos. Un sitio en el cual cada uno debería poder expresar su relación con el lugar en forma libre, sin ofender o afectar a los demás, respetando el derecho de cada cual a expresarse a su manera y activar para que éste sea un sitio histórico público y de acceso irrestricto.
Los laicos no fuimos parte activa en toda esta trama, pero en gran medida apoyamos en forma pasiva a las Mujeres del Kotel y los sectores religiosos liberales, en su lucha por igualdad y apertura. Nuestras creencias e ideas no están representadas en los acuerdos a los que se llegó por intervención del Presidente de la Agencia Judía. ¿Acaso no tendríamos que haber estado más involucrados en el tema, haber hecho escuchar también nuestras opiniones y estar representados en el acuerdo? ¿Tendremos en el futuro que pedir un "Tercer Kotel laico" que no esté administrado por ninguna corriente religiosa, para que tambíen los judíos humanistas nos sintamos cómodos y a gusto allí?

Concluyendo: Revolución o más de lo mismo...
No hay duda de que la lucha de las Mujeres del Kotel y otros sectores pluralistas por un libre acceso al Kotel y por el derecho a rezar y comportarse de acuerdo a sus costumbres tuvo éxito. Es la primera vez en la historia del Estado de Israel que un gobierno reconoce formalmente a otras corrientes que no sean la ortodoxa y su derecho legítimo a expresarse.
La pregunta es, ¿esto es a lo que aspiramos?
El Kotel "tradicional" seguirá siendo propiedad y dominio de los sectores ortodoxos y será administrado por el Rabinato Central y el Rabino del Kotel, ultraortodoxos ambos. Continuará siendo un bastión del fundamentalismo halájico, donde se discrimina a las mujeres, se les otorga un espacio tres veces menor que a los hombres, impidiendo a todos los concurrentes participar de los eventos y alegrías familiares en forma igualitaria.
Queramos o no, nos guste o no, el Kotel "tradicional" seguirá siendo el Muro al cual la mayoría va a seguir llegando, se va a identificar y lo va a reconocer como su referente histórico y nacional.
El "nuevo" Kotel, pluralista y de libre acceso, una tercera sección del mismo y apartada del anterior, será administrado por autoridades "civiles/laicas" en un formato multilateral conformado por representantes del gobierno de Israel, la Agencia Judía, las Mujeres del Kotel y los movimientos reformista y conservador.
Entonces, ¿hay acá un cambio radical? ¿O son más de las migajas que da el Estado a los sectores pluralistas para contentarlos y apaciguarlos?
No hay duda de que esto es un gran avance en el sentido de desarmar el monopolio que tiene el establishment halájico-ortodoxo sobre la vida de todos los israelíes y de los cuales sólo una minoría se guía por esta forma de entender el judaísmo.
Según los críticos de la separación, esta decisión va a romper con la Ajdut (Unión) que representaba el Kotel tradicional. Todos juntos y unidos en un solo lugar consensuado, pero bajo sus normas y parámetros. Por lo visto, esta premisa no era verdadera, no representaba a todos y en realidad hacía más a una forma de Ajidut (Uniformidad), que separaba en vez de unir.
Dos Muros. ¿Será el comienzo de una forma pluralista de vivir el judaísmo en el futuro o el principio del fin de la unión del Pueblo Judío tal como lo conocemos en la actualidad? El tiempo dirá...

* El autor es Rabino Humanista.

Fuente: http://www.periodiconuevasion.com.ar/articulo.php?id=6277

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Comentario de Moshé Moti Rozén el febrero 9, 2016 a las 3:36am

excelente reflexión.

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